Todos damos por hecho que la infancia es una especie de Paraíso Perdido en la vida de una persona: no se nos ocurre ni por un momento relacionar esa etapa con la infelicidad, ya que asumimos naturalmente que cualquier niño o niña pasará su tiempo jugando, aprendiendo, disfrutando de unos años sin preocupaciones, responsabilidades ni nubes en el horizonte. Nunca fuimos tan dichosos como cuando éramos niños - afirmarán muchos con convicción mientras, inundados en nostalgia, rememoran aquellas tardes traviesas, aquellos alegres pasatiempos, aquellos recuerdos especiales que atesoramos en el corazón. Quizás por eso impacta tanto descubrir que para muchas personas la infancia no ha sido otra cosa que una pesadilla eterna que ha sepultado cualquier destello de ilusión o bienestar que pudo haber existido en un pasado: a veces nos olvidamos que ser niño no es fácil y menos cuando has de vivir situaciones y experiencias que escapan a lo que una persona pueda manejar tenga 5 o 95 años y que, dada tu corta edad te marcarán indeleblemente para siempre.
Me acerqué a Instrumental sin saber quién era James Rhodes, guiada por algunas buenas recomendaciones vistas en internet y por la preciosa edición de Blackie Books con la que me tropecé en la librería. Sabía que sería una historia dura (el detonante de esta biografía son las violaciones sistemáticas que sufrió Rhodes durante gran parte de su infancia), pero ni me imaginaba el tobogán de emociones que destila el libro: Rhodes va más allá de desnudar su historia personal, haciéndose directamente una autopsia, se detiene en varios capítulos de su vida especialmente crudos que han conformado su personalidad, nos habla de la depresión, la locura, la desesperanza, la desilusión... Pero, sobre todo, nos habla de música. De cómo la música sana. De cómo la música le ofreció una salida. Y no utiliza ese tonito condescendiente tipo Mr. Wonderful para explicar cómo la música le salvó la vida, sino que se refiere a ella con la pasión de un loco enamorado, con la emoción de un obseso de las notas, con el desenfado de alguien que está de vuelta de todo, que ya no puede caer más bajo.
Me acerqué a Instrumental sin saber quién era James Rhodes, guiada por algunas buenas recomendaciones vistas en internet y por la preciosa edición de Blackie Books con la que me tropecé en la librería. Sabía que sería una historia dura (el detonante de esta biografía son las violaciones sistemáticas que sufrió Rhodes durante gran parte de su infancia), pero ni me imaginaba el tobogán de emociones que destila el libro: Rhodes va más allá de desnudar su historia personal, haciéndose directamente una autopsia, se detiene en varios capítulos de su vida especialmente crudos que han conformado su personalidad, nos habla de la depresión, la locura, la desesperanza, la desilusión... Pero, sobre todo, nos habla de música. De cómo la música sana. De cómo la música le ofreció una salida. Y no utiliza ese tonito condescendiente tipo Mr. Wonderful para explicar cómo la música le salvó la vida, sino que se refiere a ella con la pasión de un loco enamorado, con la emoción de un obseso de las notas, con el desenfado de alguien que está de vuelta de todo, que ya no puede caer más bajo.
No piensen que si no les gusta la música este libro no les puede llegar: si bien es parte fundamental del texto, en la biografía de Rhodes hay muchísimos elementos extrapolables a cualquier vida, aunque no tenga nada que ver con partituras y arpegios. Me ha sorprendido la honestidad brutal y desgarradora del texto a la hora de tratar un tema tan difícil como el de las violaciones a niños, que normalmente se esconde tras otros eufemismos menos agresivos que minimizan la horrible realidad de dichos hechos. Me quedo con la autenticidad que destila esta biografía, que no pretende ser un retrato de santidad de su protagonista y que a veces cae en la contradicción, en la petulancia, en la autocompasión, en el cinismo, acercándonos aún más a una persona con tanto bagaje emocional y tantas capas como Rhodes, que no duda en utilizar las vidas y obras de sus artistas favoritos para hacernos comprender muchos de sus sentimientos.
Instrumental es un libro desolador y a la vez lleno de esperanza que no dudo en recomendar a todo aquel que quiera leer una historia que trascienda, que no se quede simplemente en la lista de leídos del año sin pena ni gloria. En mi caso, aparte de volverme a picar el gusanillo de la música clásica, me ha removido por dentro, me ha hecho enfadar ante la falta de voz y de protección que muchas veces sufren los más pequeños y me ha vuelto a dejar claro que, aunque socialmente esté establecido que la infancia es un periodo lleno de luz, no debemos ignorar las sombras que la acechan y que, en algunos tristes casos, acaban engullendo dicha etapa de la vida, sin dejar el menor resquicio a cualquier recuerdo feliz.
Pero es un hecho irrefutable que la música me ha salvado la vida de una forma muy literal, y creo que también la de un montón de personas más. Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia, y una energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.